El tiroteo de la universidad de Virginia Tech, el secuestro de Natascha Kampusch y el asesinato de cuatro niñas belgas a manos del pederasta Marc Dutroux son sólo algunos ejemplos de una larga lista de horrores que cada cierto tiempo salen a la luz. El último ha sido el espeluznante caso de Josef Fritzl, un austriaco de 73 años que durante 24 encerró en un sótano a su hija Elisabeth, con la que tuvo siete hijos-nietos.
Su historia, de la que cada día se conocen más detalles espeluznantes, ha conmocionado a una opinión pública que no comprende qué motivos conducen a la crueldad extrema. ¿Existe un gen de la maldad?
Santiago Redondo, profesor de Criminología y director del Grupo de Estudios Avanzados en Violencia de la Universidad de Barcelona, sostiene que "la violencia gratuita, en un sentido estricto, no existe. En el 99% de los casos tiene un componente funcional que recompensa a la persona que la ejerce". Esa finalidad, continúa, puede ser la de lucrarse -en el caso de un robo o la de controlara la víctima o vengarse de ella -como en la violencia doméstica-.
Con él coincide el psicólogo y psicoterapeuta Luis Muíño: "La violencia siempre viene de la frustración. Puede parecer gratuita cuando esa frustración es insignificante para nosotros, pero siempre hay algo detrás". El estudiante surcoreano que mató a 32 personas en la Universidad de Virginia Tech (EEUU), por ejemplo, se sentía frustrado porque sus compañeros tenían dinero y sentía que le menospreciaban. Y en el pederasta belga Marc Dutroux, que violó a seis niñas y adolescentes y mató a cuatro de ellas, la frustración era de carácter sexual.
En ocasiones también se ha relacionado la genética con la violencia. Algunos informes sugieren que los niños con el síndrome XYY, una anomalía que afecta a los varones y hace que tengan dos cromosomas Y en lugar de uno, tienen más probabilidades de ser agresivos o de convertirse en criminales. Sin embargo, esa teoría nunca ha sido confirmada, y hay muchas voces en contra.
Lo que sí puede ocurrir, afirma Redondo, es que algunas personas no desarrollen empatía, la capacidad humana que permite que nos identifiquemos con los sentimientos ajenos. Esas personas "sí que pueden tener unas características psicológicas especialmente agresivas" que les lleven a disfrutar con el dolor ajeno, "pero son casos muy raros y requieren una grave psicopatía", afirma el investigador. Además, añade, la empatía "es como todas las características humanas: se puede corregir".
El control informal
Finalmente, ambos expertos coinciden en que otros factores, como el acceso a las armas o el tipo de sociedad, inducen a la violencia."Un país europeo, pequeño y controlado, da una topografía criminal diferente que la de uno grande y desestructurado como EEUU. No quiere decir que América sea genéticamente más violenta, pero allí el control informal, de la familia y los amigos, es más bajo", afirma Redondo.
En el caso de Fritzl, las hipótesis son múltiples, como el posible "efecto Austria" en un país en el que aún resuena el escándalo de Natascha Kampusch. La columnista India Knight, del Sunday Times lo atribuía a que "Austria es un lugar extraño", de socialización fraccionada. Redondo niega rotundamente ese factor demográfico -casi racista-, y apunta que lo de Fritzl fue, simplemente, un acto violento que fue a más. "Cuando alguien inicia una conducta así, esas decisiones condicionan las ulteriores. Es muy difícil volver atrás"
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